Buscando la Ley del Consejo del Audiovisual de Cataluña1 (CAC) encontré el Libro Blanco: LA EDUCACIÓN EN EL ENTORNO AUDIOVISUAL Editado por Joan Manuel Tresseras por cierto un libro muy interesante ya que trata todos los temas que hemos estado viendo en clase y a través de las actividades. En dicha fuente se atribuye al propio Consejo Audiovisual la obligación de "asegurar el cumplimiento y la observancia de lo dispuesto en la Ley 8/1996, de 27 de julio, de atención y protección de la infancia y la adolescencia". El mandato de esta última ley es el siguiente: "Las programaciones de radio y televisión, en las franjas más susceptibles de audiencia de niños y adolescentes, deben favorecer los objetivos educativos que permitan estos medios de comunicación y deben potenciar los valores humanos y los principios del Estado económico y social".
A continuación se especifica: "Las emisiones de televisión no deben incluir programas ni escenas o mensajes de cualquier tipo que puedan perjudicar seriamente el desarrollo físico, mental o moral de niños y adolescentes, ni programas que fomenten el odio, el menosprecio o la discriminación por motivos de nacimiento, etnia, sexo,religión, nacionalidad, opinión o cualquier otra circunstancia personal o social".
Sin embargo, esto que parece tan claro, unas normas que no dejan lugar a duda, en la práctica no se cumplen. Las escenas violentas o de sexo explícito e implícito aparecen en la caja tonta cuando menos te lo esperas, justo cuando tu hijo va a zamparse el bocadillo.
Realmente no hay un control exhaustivo y un autocontrol de cada medio. Opino que es necesario, que los niños y jóvenes están ahora más desprotegidos y que en muchos canales no tienen ninguna importancia ya que ni siquiera existe una programación pensada para ellos.
En nuestra época teníamos programas como Barrio Sésamo, El hombre y la Tierra, Musiquísimos, Toccata, recuerdo uno especialmente de mayores La Clave donde un grupo de expertos debatía sobre algún tema candente. No recuerdo escenas duras, violentas ni desagradables.
Actualmente sólo los padres pueden intentar establecer algún tipo de control sobre los programas que ven sus hijos y muchos de ellos ven los capítulos de dibujos animados antes que ellos para imponer su personal censura. Creo que hasta ese punto no debiera llegarse si hay organismos y entidades que pueden velar por el cumplimiento de ese código deontológico tan necesario como en la práctica invisible.
Es cierto que no siempre es fácil decidir cuáles deben ser exactamente los objetivos educativos de los medios audiovisuales, qué deberían hacer para potenciar los valores humanos y los principios democráticos y sociales, o a partir de qué criterios podemos determinar que una programación o un anuncio publicitario perjudica seriamente la salud mental, física o moral de la infancia. No es fácil pero sí es posible si se aplica la lógica y el sentido común.
Citando de nuevo el libro blanco: "Es cierto que las teorías sobre los posibles efectos perjudiciales del entorno audiovisual sobre la infancia son muchas, variadas e, incluso, contradictorias. Pero la falta de una teoría convincente y aceptada por todos no permite eludir la cuestión básica a un organismo como el nuestro: ¿Qué debemos hacer? ¿Qué tenemos que hacer cuando un programa o anuncio no parecen demasiado adecuados para la infancia? ¿Cómo hay que decidir que no son adecuados? ¿Qué criterios o argumentos podemos utilizar? ¿Qué debemos decir sobre el consumo infantil de la televisión que intuitivamente creemos que es excesivo? ¿Tenemos datos que así lo confirmen? ¿Qué opinan los educadores? ¿Y las madres, padres o tutores?". Como puede verse, existe una preocupación latente acerca de los contenidos pero no una praxis consensuada acerca de ellos. Por otro lado parece que en cada autonomía cada cuál se lo guisa y come a su manera con lo que encontramos que la infancia en Cataluña está más protegida que en otras áreas del país...
¿Qué curioso, verdad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario